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"Perdí toda sensibilidad debajo del ombligo y ya no podía caminar; a menudo me desplomaba en el suelo, completamente paralizada de la cintura para abajo". - La historia de Breanna luchando contra CRPS

Desde los cinco años, iba constantemente al médico, tanto que mi familia e incluso los médicos me llamaban "su hipocondríaca". Siempre que me enfermaba, evitaban hablarme de los efectos secundarios de los antibióticos, bromeando: "¡Si se lo contamos a Breanna, los tendrá por arte de magia!".


Con el paso de los años, empecé a lesionarme con frecuencia, hasta un punto que parecía irreal. Me disloqué la rótula izquierda 13 veces en dos meses, y el hospital y los centros de urgencias se convirtieron en mi segundo hogar. Mi familia pensaba que todo era una farsa, lo cual me aisló muchísimo.


Alrededor de los 15 años, tras sufrir una conmoción cerebral de siete meses, frecuentes dislocaciones de rodilla e innumerables esguinces y fracturas en tobillos, hombros, muñecas, dedos de las manos y de los pies, finalmente recibí el diagnóstico de Síndrome de Dolor Regional Complejo (SDRC). También sufría episodios en los que mis extremidades se aflojaban, se ponían azules y tenía pulso débil. El diagnóstico fue un alivio; me dio seguridad, y fue la primera vez que mi madre realmente creyó en mí y en mis síntomas. Pero no tenía ni idea de que esto era solo el principio.


Unos meses después, también me diagnosticaron Síndrome de Dolor Musculoesquelético Amplificado (SDAM) debido a mis lesiones crónicas. Mi dolor casi siempre era de 12 sobre 10 y bajaba a 9,5 en un día "bueno". Empecé a perder amigos, aunque mi madre ya creía en mi condición. Poco después, el SDRC y el SDAM me provocaron episodios de atragantamiento con líquidos y sólidos, lo que finalmente requirió una sonda de alimentación.


Con el paso del tiempo, desarrollé dolores intensos y punzantes en la columna, que luego se extendieron a las piernas. Perdí toda sensibilidad debajo del ombligo y ya no podía caminar; a menudo me desplomaba en el suelo, completamente paralizada de cintura para abajo. A los 17 años, pasé meses en hospitales y centros de rehabilitación, con 15 horas diarias de fisioterapia. Incluso pasé mi cumpleaños en el hospital, el día en que debía obtener mi licencia de conducir y ver a los pocos amigos que me apoyaron durante todo el proceso. Finalmente, me diagnosticaron Trastorno Neurológico Funcional (TNF). Aunque ya tenía un nombre para lo que estaba pasando, mis síntomas estaban lejos de desaparecer.


Apenas unas semanas después, empecé a desmayarme y a tener convulsiones. Tenía previsto irme a la universidad en dos días, pero me hospitalizaron y me dieron de alta la noche anterior a mi ingreso. Fue un momento de incertidumbre: ¿podría ir a la universidad y cumplir mi sueño de ser fisioterapeuta y ayudar a otros con dificultades similares? Poco después, también me diagnosticaron síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS) y síncope vasovagal.


Hoy, sobrevivo a estas cinco afecciones (y me hago pruebas para muchas más) y supero los desafíos diarios. Soy estudiante universitaria y atleta multideportiva, con un grupo increíble de amigos que se preocupan de verdad por mí. Me han acompañado durante innumerables convulsiones, desmayos y visitas al hospital, y me hacen sentir que soy más que solo mi enfermedad. Lamentablemente, algunos médicos e incluso mi hermano aún no creen en mis afecciones. Sigo yendo al hospital con regularidad, pero hace dos semanas encontré un especialista que me dedicó tres horas y media, explicándome detalladamente mis afecciones y trazándome un plan.


Aunque mis afecciones son raras e incurables, sigo adelante. Hoy, soy defensora y oradora motivacional, compartiendo mi experiencia para inspirar a otros que enfrentan dificultades similares.


Breanna Alterescu

¡Échale un vistazo y descubre más! @gotmyareil en Instagram.

 
 
 

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