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"Tuve que luchar para que me tomaran en serio..." La historia de Kathryn sobre el despido y cómo aprendió a vivir con una enfermedad crónica

Incluso de pequeña, me costaba sentirme diferente. Nací dos meses antes de tiempo y me diagnosticaron sinusitis crónica, que marcó gran parte de mi infancia. Enfermaba cada pocas semanas, sufría frecuentes infecciones de oído y a menudo me sentía mal cuando otros niños estaban despreocupados. Tuve varios tubos de ventilación en los oídos —más de los que la mayoría de los niños necesitarían— y pasaba mucho tiempo en consultas médicas. Por suerte, empecé a superar lo peor para cuando cumplí 11 años, aunque algunos síntomas persistentes nunca desaparecieron por completo.


Durante unos años, sentí que por fin me encontraba bien. Pero a los 14, todo cambió. Empecé a sufrir dolores de cabeza insoportables y, a pesar de los síntomas, tuve que luchar para que me tomaran en serio. Varios médicos desestimaron mi dolor, atribuyéndolo a la ansiedad o a algo relacionado con mi parto prematuro. Finalmente, me diagnosticaron migrañas crónicas. Por desgracia, la medicación que me recetaron no me ayudó; de hecho, empeoró las cosas.


Luego, a los 18 años, finalmente me diagnosticaron disautonomía, una afección que explicaba muchos de los síntomas con los que había estado viviendo. Me recetaron una nueva medicación que, por primera vez en mucho tiempo, me ayudó a controlar los síntomas y a recuperar partes de mi vida.


He aprendido muchísimo sobre este proceso: sobre mi cuerpo, sobre la resiliencia y sobre la frecuencia con la que los jóvenes son ignorados en los espacios médicos.


Aunque sigo viviendo con síntomas a diario, estoy aprendiendo a vivir con ellos, y esa es una fortaleza que siempre llevo conmigo.

 
 
 

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